Fue puesta en funcionamiento a toda velocidad para acallar las críticas por el prematuro derribo del antiguo terminal de O Pino.
Puesta en funcionamiento oficial el pasado sábado, 6 de febrero, con tanto disimulo al tiempo que premura, para acallar las voces que criticaron las prisas por demoler la antigua estación de autobuses de O Pino, la cual, con su cierre, dejaba a la intemperie a los viajeros que tan solo disponían de una exigua marquesina bajo la que cobijarse durante unos días de los más fríos que se recuerdan en los últimos años, la nueva estación de autobuses intermodal de Ourense, situada a un lado de la estación de ferrocarril, adolece de los necesarios remates, a la vez que denota problemas que apuntan a ser de tipo estructural. Las lluvias de estos días han puesto en evidencia algo que se hace notar en varios puntos de la estación: la abundancia de charcos además de las numerosas filtraciones.
Independientemente de que los trabajos no hayan concluido y los trabajadores se mezclen todavía con los viajeros, tratando que estos no pisen por las zonas en obras o no sufran una caída, la proliferación de charcos no parece ser, precisamente, un problema solo de remates o terminación de los trabajos, a lo que aludió el sábado la conselleira de Infraestruturas, Ethel Vázquez, sino a que en la nueva estación intermodal de autobuses de Ourense hay bastante que corregir como se irá viendo en sucesivos días y entregas, ya que esta hace agua por doquier al, entre otras cosas, la flamante estación no estar a cubierto de la lluvia, el viento o lo que caiga del cielo, y para acceder a ella desde el exterior ha de pasarse sobre grandes charcos de agua.
Posiblemente por eso, la transición entre el autobús y el tren y a la inversa será aconsejable hacerla en menos de los «30 segundos» de los que habló la conselleira, y que según la titular de Infraestructuras de la Xunta, será el tiempo que se tarde en llevar a cabo la intermodalidad entre el tren y el autobús y viceversa.
